Poema sobre la Danza de Shokry Mohammed (De su libro "La bailarina del Templo". Mandala Ediciones. Año 2000)
La luna se negó a marcharse
cuando se enteró de que iba a venir.
El sol se negó a ponerse
cuando se enteró de que iba a bailar.
El silencio dominó todo el universo,
y todo eso por ella,
porque ella iba a bailar,
iba a ofrendarse.
Así la vi y así me la imaginé
a la bailarina del templo.
Estaba rezando,
estaba ofrendándose.
No les bailó a ellos,
bailó para sí misma
pero no bailó para sí misma
sino que bailó para mí
y la luna conjuntamente.
Estaba rezando,
estaba ofrendándose.
En sus pasos, esperanza,
en sus expresiones, pena.
En su risa, amor,
en sus ojos, timidez.
Entre las trenzas de su negro cabello
el secreto del amor.
Entre los dedos de sus manos,
el amor de la gente.
Entre los dedos de sus pies,
la arena del desierto.
Sobre sus hombros caía un verde velo
y de él emanaba el perfume de los jazmines.
Giró a mi alrededor
y me arrolló su perfume.
Vi tu baile debajo de las palmeras
y en la sombra del templo
delante de los dioses
y en la presencia de la muchedumbre.
Vi tu baile debajo de la lluvia
y a las orillas del Nilo.
Vi tu baile en todos los lugares
y en todos los tiempos.
Con los pasos de tu danza
suenan las campanas del templo
y suenan las guitarras.
Tocan los tambores, suenan las flautas
y, en sintonía con las melodías de las cuerdas,
reina en el templo el gran silencio,
porque tú no bailas, sino que te ofrendas,
te has revelado a los dioses, al templo y a la gente.
En tu danza: revolución y volcán.
En ella llevas amor y seguridad,
bondad y paz a todo el mundo.
La vi bailando en la oscuridad,
bailaba para sí misma.
La vi bailar y oí sus suspiros.
La vi bailar en silencio,
bailaba sin música, sin melodía.
Bailaba sobre los ritmos del silencio asesino.
Bailaba sobre la luz, en la extrema oscuridad.
Se movía de un sitio a otro
sin esposas ni ataduras
solo existía ella y nada sino ella.
Dejó de moverse en la oscuridad
y se echó en el suelo
para recuperar el aliento,
el aliento que se agotó en
el gran baile, el baile de sí misma.
Se fueron con ella la luna
y las estrellas también.
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